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La energización en zonas rurales aisladas debe ir de la mano de usos productivos

Al rededor del mundo, han existido, y existirán miles de proyectos de desarrollo cuyo fin ha sido el de dotar energía eléctrica, o mejorar las condiciones de acceso y uso a poblaciones rurales aisladas y sin temor a equivocarme creo que no muchas han tenido éxito en el tiempo, por ser proyectos concebidos netamente desde la perspectiva de la ingeniería, considerando que la demanda está dada por las cargas instaladas, olvidándonos que el consumo viene de la gente.

De igual forma es habitual dimensionar sistemas fotovoltaicos aislados para comunidades rurales con bajos índices de desarrollo humano, considerando un factor de crecimiento de la demanda y claro, años después en la mayoría de casos, los sistemas siguen abasteciendo las mismas cargas puesto que no ha existido un crecimiento económico de sus beneficiarios, consecuentemente los sistemas terminan siendo sobre-dimensionados, y caen en desuso o se dañan, salvo contadas excepciones.

El mantenimiento y operación de los sistemas fotovoltaicos con el pasar de los años va en deterioro pues aparte de faltar capacidades técnicas locales, a pesar de procesos de formación que suelen incluir dichos proyectos, también se hace necesario contar con dinero que permita a la larga realizar el mantenimiento y reposición de partes de los sistemas (baterías principalmente).

Al final llegamos a una paradoja, puesto que a pesar de tener la buena intención de dotar de energía a los habitantes de comunidades pobres, ellos tienen que pagar un valor adicional que no lo tenían estimado en sus gastos mensuales, convirtiéndolos en más pobres en la práctica y no sobre indicadores de desarrollo humano, es decir convertimos a pobres sin energía en pobres con electricidad.

Una inflexión en el diseño de estos proyectos debe darse pues no podemos seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes, creo que hay que ser prácticos, y pensar que el dinero no crece en los árboles y menos para estas personas que ya de por si la tienen complicada con su subsistencia diaria, y se debe tratar de crear alternativas diferentes e innovadoras pensando en la energía como un medio y no un fin.

Un caso real de como hacer esto es el de la comunidad de Zancudo en la reserva faunística del Cuyabeno – Ecuador, en donde, se potenció una aplicación productiva (turismo) que era de interés de la comunidad, un acompañamiento de una ONG con fuerte vocación de apoyo social (Ingeniería sin Fronteras — ISF), pero por sobre todo emprendedores comunitarios que si bien es cierto fueron apoyados en un inicio en el rubro del turismo, estos se empoderaron del proyecto como tal y reconocen a la energía como un valor agregado que su cabaña en la mitad de una laguna extremadamente alejada en la Amazonía puede representar para un turista, tal es así que parte de los recursos que genera la actividad productiva son dedicados al ahorro para los re-cambios necesarios del sistema; esto claro no es común.

¿Cuál es la conclusión de todo esto? La energízación debe ser pensada como un compenente transversal a la perspectiva productiva para que sea sostenible, ya el tema educativo y de salud son otro caso que si requieren soporte estatal o gran voluntad comunitaria y este es otro análisis, pero para hablar de sostenibilidad en un proyecto de electrificación solar rural aislada, debemos primero pensar antes de diseñar cuantos paneles y cuantas baterías entran, en como vamos a generar dinero para que esto se mantenga. Si el análisis es positivo, la iniciativa podría dar resultado, y digo podría porque la voluntad de la gente no es una variable racional y podría llegar a fallar si no se trabaja previamente en un interés y motivación real de la gente para mantener o no el uso de la energía.

Bien lo decía Einstein: “ Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad. ”

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